31 de marzo de 2009

Dolomitas 2000

LOS DOLOMITAS 2000

 "Sólo la naturaleza  hace grandes obras sin esperar recompensa alguna"
                                                                                  (Alexandre I. Herzen)

Siempre que oímos la palabra Alpes en la comunidad de montañeros, se activa en nuestra imaginación un encandilamiento mágico, que va desde los característicos y hermosos bosques que custodian los macizos de gigantescas dimensiones hasta los antaño bucólicos pueblecitos de montaña convertidos hoy en centros de turismo internacional, como Chamonix. También nos viene a la mente una cordillera de colosales magnitudes, siendo la superficie de ésta equivalente a media península Ibérica.

En el verano del 2000 seis montañeros inquietos tuvimos la oportunidad de desarrollar una expedición con diversos objetivos. Los protagonistas son tres leoneses (Javier Valladares, Santiago Carrizo y Javier Fernández, del Grupo de montaña Yordas) y tres palentinos (Mariano Fernández del Fuentes Carrionas junto con Néctor Pérez y Óscar Díez del Nevada).

Ansiosos por completar la experiencia Alpina de otros años, emprendemos la singladura con 2000 Km en furgoneta rumbo a los Alpes italianos. Nuestro objetivo preferente es la llamada vía Bochette, ubicada en Dolomitas, macizo de Brenta, cerca de Trento. Poco antes de alcanzar Madonna de Campiglio, principal localidad del macizo, la Naturaleza nos brinda un anticipo gratuito cuando nuestros ojos contemplan los bosques, los lagos, y las moles pétreas que, a modo de atalayas del Olimpo, nos vigilan con elegante majestuosidad, como queriendo constatar el poderío en sus dominios.

La vía Bochette es una vía ferrata (nombre alusivo a elementos de hierro con los que están equipadas, tales como escaleras y sirgas). Su nacimiento comienza a primeros de siglo, por necesidades de la milicia para mantener las rutas de aprovisionamiento de las tropas de montaña. La travesía conlleva tres días de duración, guardando cierta similitud con la garganta del Cares en algunos tramos, aunque no comparable en duración y extensión.

Iniciamos la marcha con el sendero A. Benini, debidamente equipados para el menester. Las horas transcurren muertas cuando la dolomía, que es muy parecida a la caliza, nos brinda sus laberínticos caminos disfrutando de un panorama único en su género. El sendero es a veces más ancho o más estrecho pero el deleite del alpinista está garantizado, hay precipicios sin fin bajo nuestros pies. Al mosquetonear la sirga, en ocasiones se desvanece la sensación de seguridad y cuando transitamos por las escaleras encajadas en la piedra quedamos a merced del viento, como seres diminutos avanzando lentamente por un océano de dolomía, que bien puede ser el espejo del Edén. Finalizamos una dura jornada pasando por alto el refugio de Tuckett y nos disponemos a pernoctar en el de Alimonta.

La noche palpita enigmática en los Alpes, cuando poco antes de introducirnos en los sacos observamos un cielo nítido como ninguno y Oscar, gran experto en Astronomía, va escudriñando cada constelación con la precisión que le caracteriza y nos explica meticulosamente la forma y la utilidad de las mismas.

Al día siguiente, apenas despunta el alba, reemprendemos la marcha con el presagio de que será un día grande, promisorio como el anterior. La Bochette central continúa sorprendiéndonos a cada paso que marcamos, jamás habíamos visto semejante conjunción de la Naturaleza, verdaderas joyas naturales las del país trasalpino, que tan desapercibido pasaba para nosotros cuando oíamos hablar de las Dolomitas.

El momento álgido de la travesía se presenta al sortear el Campanile Basso: se puede definir como un “espárrago” de inconmensurables dimensiones, salvando un desnivel de 500 m, el cual antes de emerger de las entrañas de la Tierra, adquirió el compromiso tácito de no desentonar en el entorno dolomítico, contribuyendo con su uniformidad y sintonía. Tras un breve ágape en el refugio de Pedroti proseguimos con el sendero de Brentari, con la mala fortuna de encontrarnos en las garras de las tinieblas (léase niebla) sin posibilidad de apreciar sus maravillas. Finalizamos cuando avistamos el refugio de Agostini.

Sólo nos queda el regreso al punto de partida en Madonna de Campiglio, exhaustos pero triunfantes. La experiencia permanecerá en nuestra memoria mucho tiempo porque, sin duda, aquel verano del 2.000 marcó pauta en nuestras vidas.

Texto: Javier Fernández López.
Fotografía: Óscar Díez Higuera

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