4 de febrero de 2009

Kilimanjaro (Ruta Machame)

KILIMAJARO
( Ruta Machame)



“Hay algo perdido detrás de los montes y está esperando por ti, búscalo”
     Rudyard  Kipling


Desde que en 1889 el veterano escalador alemán Hans Meier, tras dos intentos fallidos, hiciera cima en el macizo del Kilimanjaro, esta cúspide africana es codiciada por escaladores y científicos de todo el planeta. Ubicada entre las fronteras de Kenia y Tanzania y siendo el propietario éste último, se sitúa a tan sólo 3 grados del ecuador y se yergue como el monarca del Valle del Rift.

El volcán, desde tiempos ancestrales, forma parte de la mitología africana. Al igual que en el Himalaya o en los Andes, estas montañas se creía eran morada de los dioses y cuando algún humano osaba profanarlas con su presencia, le caían las maldiciones en forma de avalanchas y frío glacial. El origen de la palabra Kilimajaro proviene de los vocablos masai “kiliman” montaña y “njaro” agua helada, literalmente significa la “montaña del agua helada”.

En el verano del 2002, completando una expedición anterior al Atlas durante la Semana Santa, el palentino Óscar Díez y yo decidimos cerrar el raid por tierras africanas fijando dos nuevos objetivos: el techo de África y los parques nacionales más importantes. Dicho y hecho, volamos haciendo escala en Zurich, a Nairobi y durante el trayecto surge un regalo para la vista, sobrevolamos los Alpes, que también conocemos y nunca habíamos observado desde el cielo. Muy tentador para nuestras cámaras con las que seguidamente captamos unas instantáneas. Ya en el aeropuerto de Nairobi respiramos un ambiente de desconfianza y con nuestro inglés, precario pero eficaz para salir al paso, tramitamos los visados y gestionamos el transporte hasta Arusha ya en Tanzania. Los precios como suele ser en estas latitudes son siempre abusivos.

El primer paso es el itinerario hasta la frontera con Tanzania, donde nuevamente dejamos dólares a dolor, lo empezamos a llamar el “visado revolucionario”, el paisaje continua con una monotonía que languidece al más optimista, arbustos y acacias es lo único que divisamos, salpicado por algún que otros termitero. Si a esto le añadimos el swahili de fondo y el atronador ruido del motor, nos convertiremos en presa del sueño durante las siguientes horas.

Por fin nos alojamos en Mero House un modesto hotel y a continuación nos damos un garbeo por Arusha. Desde luego lo desproporcionado de los precios no constata el progreso de la localidad, donde viven de la agricultura principalmente, producen maíz, café, trigo, sisal y algunos derivados lácteos. Es centro de partida no sólo para el Kilimanjaro sino también para los concurridos Parques Nacionales como el Serengueti, Manyara, etc.

De regreso al hotel y después de cenar abordamos el tema de la ascensión, existen dos rutas, la Marangu y la Machame con una duración de seis días para ambas, puesto que la primera está masificada en exceso elegimos la segunda que tras la negociación nos queda en 650$ (en el país equivaldría a un millón de pesetas aproximadamente, teniendo en cuenta que un profesor en Tanzania cobra 70$ mensuales).

1er Día... de mi diario de expedición.

Nos levantamos con gran optimismo y ése acicate que contagia los desconocido, hoy por fin, iniciamos la ascensión de una de las siete cimas del mundo. Son las doce horas cuando llegamos a Machame Gate. El guía formaliza la inscripción en el parque pagando la “cuota de mantenimiento”, el precio está incluido en el pago total y los grupos se rigen por el siguiente organigrama: un guía con cinco clientes y cinco porteadores.

En nuestro grupo estamos Óscar y yo junto con un holandés, Martín y una pareja inglesa Sara y Simmond. Tanto el guía como los porteadores son nativos de color y llevan algunos años trabajando en el menester. Cogemos la mochila de ataque, el bastón y la cámara, y acto seguido estamos en ruta zigzagueando por las proximidades del Kilimajaro. Transitamos lentamente por la selva alta, ya no se trata de caliza o gneiss sino de barro a raudales por un camino que se va estrechando con el paso de las horas. Más que una ascensión me recuerda un tour por la selva peruana, aunque evidentemente escasea la fauna.

La nieve se sustituye por el verde tranquilizante, terapéutico y frondoso, El hecho de contemplar una tela de araña escarchada cobra su verdadera dimensión en un lugar como este. Todo es un ir y venir de porteadores, unos suben otros bajan y con un equipo muy preario, el 80% no tienen botas. Al cabo de 5 horas llegamos a Machame Hute donde los portadores han montado la tienda (ni de alta ni de media montaña, una vulgar tienda de camping) y cenamos a la luz de los quinqués de petróleo. Reverberando suciamente en nuestros rostros el brillo anaranjado, intercambiamos opiniones sobre nuestras profesiones, viajes etc con los restantes miembros de la expedición.

No es posible ir al saco sin contemplar la noche africana, escudriñamos el horizonte en busca de constelaciones, la noche es clara y apacible. A mi mente llegan recuerdos de las narraciones de los colonizadores británicos, cuando en mi época de joven explorador leía las aventuras de Baden-Powell quien institucionalizaba la filosofía de los sonidos del silencio durante la noche en el Continente Negro. El saber interpretar el silencio amenazador, aquellos extraños ruidos en lontananza que delatan a un depredador al acecho, el chasquido de una rama por una pisada imprudente. En verdad, ahora lo entiendo, es indescriptible para aquel que no lo ha vivido.

2º Día... de mi diario de expedición

Durante la noche llueve a cantaros y cala parcialmente la tienda, son las siete y desayunamos abundantemente. Tenemos una mala noticia, Sara se levanta con molestias intestinales y un malestar general, claros indicios de que el mal de altura ha hecho presencia. Hemos pernoctado a 3000m de altura y los efectos se hacen notar. Perdiendo todo el importe de la expedición Sara y Simmond emprenden el regreso bajando con el guía. Incomprensiblemente el verano pasado Sara estuvo en los Andes e hizo cima en un seismil, en ocasiones el mal de altura se presenta sin ninguna lógica, es como tirar una moneda al aire.

No ha salido el sol cuando damos los primeros pasos y la niebla se desliza subrepticiamente por las pendientes que nos esperan en la jornada. El paisaje es ideal para un “thriller” y constituye uno de los mayores atractivos del “Kili”, el panorama del terreno experimenta mutaciones tan sólo con el paso de las horas. Ahora es Meri, uno de los porteadores, el que realiza las funciones de asistente, o sea sustituye al guía. Por cierto, lleva mi mochila y no fue un regalo para mis párpados precisamente aquella visión. Cometimos el primer error al llevar mochilas de expedición con gran capacidad y calidad, puesto que los porteadores aprovechando la robustez les atan todo tipo de bolsas, suyas y de otros clientes, estiran los correajes de tal forma que llegan a desprenderlos de las costuras y por si fuera poco cuelgan bidones de gasolina que usan para cocinar... procuramos sacarles ventaja y no mirar atrás.

Cuando los rayos de sol empiezan a despuntar tenemos delante de nosotros una imagen que no olvidaremos, la primera visión del “Kili”, ornamentada por sus plantas vernáculas, los senecios. Al cabo de tres horas y media de marcha acampamos en Shira Hute a 3800 m. La jornada es totalmente superflua, de hecho nos hemos alejado del pico.

3er Día... de mi diario de expedición.

En el saco de dormir, nuestros pensamientos ascienden la montaña, el panorama es de cine y Óscar se levanta tres veces para fotografiar las estrellas, se aprecian la Osa Mayor, Centauro, Escorpión, Sagitario y la Cruz del Sur. La temperatura descendió a 8º C bajo cero y las paredes de la tienda están rígidas. Reanudamos la marcha con Martín: este holandés lleva un año en Tanzania ejerciendo como profesor “misionero” y dado su espíritu aventurero no quiere prescindir del “Kili” aunque no tiene experiencia en montaña.

La ruta de hoy discurre por senderos imperceptibles en grandes explanadas de piedra volcánica de color gris y negro, en principio el camino es rectilíneo hacia las faldas del cráter, pero antes de alcanzar su base volvemos a rodear, subir, bajar y vuelta a rodear, la historia, una vez más, se vuelve a repetir. A las tres horas de trayecto encontramos una gran mole pétrea, emblemática dentro del macizo, se trata de Lava Tower en cuya base se encuentran los restos de un antiguo refugio. Seguidamente acometemos un descenso de varios cientos de metros, aunque desde Lava Tower se podría atacar la cima, y decidimos por unanimidad rebautizar a los porteadores con el nombre de “los merodeadores”. Antes de llegar al campamento de esta noche, Barranco Hute, topamos con un hermoso bosque de senecios gigantes.

Martín se acuesta rápidamente pues le duele la cabeza. En este campamento encontramos algunas casetas de madera a modo de letrinas pero sin inodoro ni sistema de drenaje y... cuidado con poner las tiendas a sotavento. De todas formas el lugar es de ensueño ya que nos encontramos acampados en una zona colindante a un precipicio que posee un mirador cósmico a la selva.

4º Día...de mi diario de expedición.

No hemos dormido muy bien, el suelo de la tienda tiene desniveles y hace frío. Teniendo en cuenta que hemos visto el volcán por todas sus caras, hoy forzosamente, empezaremos a ascender. A nuestra diestra disfrutamos de un hermoso mar de nubes con la imponente silueta del monte Meru, otro volcán muy próximo a Arusha.

Siempre que efectuamos una ascensión, sobre todo si es un pico de este calibre, surgen simultáneamente al menos dos novelas, la de los paisajes y naturaleza y la de sus personas. Tratándose de un pico tan cosmopolita el paisaje es de lo más variopinto: nosotros los clientes, o pacientes como los ingleses, caminamos en plan señoriíto, con nuestro bastón, nuestra cámara al cuello y parándonos en cada escaparate natural según vamos encontrando algo interesante. En el otro ángulo sudorosos, sucios y cogiendo resuello los “merodeadores” equilibran con sus brazos los grandes barreños y petates que portan en sus cabezas. Nosotros lejos de nuestras obligaciones, de nuestro reducido circulo de vida, de nuestra morada de asfalto, acero y hormigón disponemos de la parcela de las vacaciones para conocer, aunque sólo sea de forma efímera, otras culturas.

En esta ocasión siguiendo un ritmo ascendente en cinco horas alcanzamos Barafu Hute, último campamento entes de atacar la cima. Nos encontramos a 4600 m y el sitio tiene dos casetas metálicas, para los guías por supuesto. El día es bastante bueno y Martín se toma cuatro cervezas para celebrarlo (le advertimos de lo malo que es el alcohol en estos vericuetos). Estamos a tan sólo un día de buen tiempo para hacer realidad nuestro sueño, hoy cenamos a las cinco y media, para iniciar la asalto final a las doce de la noche. Resulta mosqueante levantarse tan temprano cuando no hay hielo.

5º Día ... de mi diario de expedición.

Con la imponente silueta del Mawenzi, un frío sepulcral y un viento fastidioso, a la luz de los frontales iniciamos la marcha. La noche fue horrorosa, los golpes de viento no nos dejaron pegar ojo.

Meri nos repite insistentemente “pole pole” que en swahili significa despacio, despacio. En verdad vamos caminando con una parsimonia y una lentitud pasmosa, pero al cabo de una hora con las rachas de viento empieza a tambalearse y le tenemos que sostener, su forma física deja bastante que desear. Llevamos cuatro horas de aburrida y sufrida ascensión al ritmo del asistente y un porteador que le acompaña, cuando de repente y sin saber por qué nos saludan efusivamente. Hemos llegado a la punta Gillman 5685 m y ahora entendemos el madrugón, aprovechándose de la oscuridad quieren darnos a entender que hemos alcanzado la cima, se tumban en el suelo y esperan que con el frío desistamos y comencemos el descenso (en estos países subdesarrollados es habitual encontrarse con este tipo de gente). La reacción no se hace esperar, les voceamos Uhuru Peak, la verdadera cima del “Kili” y ante su pasividad continuamos solos, hecho que produce su incorporación inmediata y acometemos los últimos metros del Olimpo africano.

Al hollar la cima encontramos unas maderas a modo de anuncio del final del camino, son las cinco y media y pensamos que es bonito ver amanecer, Martín sigue vomitando, ahora se acuerda de las cervecitas.

“Mis pensamientos volvieron a trepar por las cuestas heladas hacia la cima, donde los Dioses tienen su morada y tan sólo dejan entrar en ella al que se enfrenta noblemente con el peligro y está dispuesto a ofrendar su vida para gozar unos instantes del hechizo de las cumbres”, aquellas palabras de Hermann Buhl resultaron proféticas. Permanecemos un par de horas admirando el soberbio panorama que nos ofrece el “Kili”, somos conscientes de que tal vez nunca volveremos al lugar y que finaliza un episodio más de nuestra vida.

6º Día...de mi diario de expedición.

Acampamos en Mweka Hute y despertamos con la satisfacción que nos brinda el logro del objetivo. Poco después los “merodeadores” nos pasan un papel con el orden jerárquico del equipo: un guía, dos asistentes y tres porteadores, es el precedente para las propinas. Los tres acordamos pasarles 30$ cada uno de nosotros y les parece muy poco. Como Martín habla más inglés intenta averiguar algo y parece que con la cantidad de fotos que disparamos, nos han tomado por unos reporteros. Se nos plantan una hora en el campamento, acto al cual hacemos caso omiso, ya de por sí el precio es una exageración desde el principio y más en un país como Tanzania. A continuación marchamos a buscar pájaros para fotografiar. A regañadientes cargan las mochilas y poco a poco descendemos. El mantenimiento del parque queda patente ese día, caminos totalmente embarrados, durante 5 horas bajamos a marcha ralentizada. Este día me preguntan que si les doy el chaquetón de “goretex” para no pasar frío... están acostumbrados a pedir en extremo.

Finalizando la singladura nos vemos con una expedición norteamericana, un tal Charles, de Washington me comunica que han pagado 2000$ y por si fuera poco dejan 250 de propina, ahora entiendo las caras largas cuando dimos la nuestra, en fin, diferentes culturas siempre generan diferentes costumbres, lo importante es que andar nos da alas al igual que dormir nos da sueños.

Texto: Javier Fernández López
Fotografías: Óscar Díez Higuera.

3 de febrero de 2009

Andes bolivianos

ANDES BOLIVIANOS

"No es más quien más alto llega, sino aquel que influido por la belleza que le envuelve, más intensamente siente"                  Maurice Herzog


“Lo autentico aún existe”, así reza la propaganda de la embajada de Bolivia en Madrid, y después de cuatro semanas en este país minimalista, con una extensión que dobla a la de España y apenas 7 millones de habitantes, acreditamos que la proclama no miente.

¿Cómo lo podríamos definir?, por unas razones u otras, la adversidad se cebó con este país, tuvieron guerra con Brasil por el caucho y la perdieron, junto con 200.000 km2 de amazonía. Posteriormente entraron en hostilidades con Paraguay por el petróleo y volvieron a perder, y para rematar finalizan con otra guerra, esta vez con Chile que, como no, les hizo perder toda la costa. Realmente es la autenticidad del desastre.

El 29 de Junio del 2003 el palentino Óscar Díez del Fuentes Carrionas, junto con “el Boti” y yo, del Yordas, tomamos tierra en El Alto, el aeropuerto de la Paz. Empezamos con una vieja semblanza, “La Paz capital de alturas” y realmente a más de 4.000 m en que nos encontramos iniciamos una aclimatación a marchas forzadas. Es de noche y el espectáculo no tiene parangón, una ciudad desparramada por las laderas de las montañas como un sínodo de luciérnagas, entre los 3200 y 4200 m en los arrabales, ostenta con orgullo el título de metrópoli más alta del planeta.

Al día siguiente emprendemos la búsqueda del legendario Club Andino, no sin antes visitar lugares de parada obligatoria como el barrio de Sagarnaga, famoso por su comercio y agencias de aventura. Perpendicular a este hallamos la calle Linares en el conocido como “Barrio de las brujas”, todo un mercado de hechicería y magia. También las plazas de Murillo, del Estudiante y Miraflores.

Puestos en contacto con Alfredo Martínez, uno de los pioneros del andinismo boliviano, nos recomienda iniciar el periplo de la CORDILLERA REAL por el macizo del Codoriri y hacer cima en un cinco mil. La recomendación nos convence y al día siguiente en una movilidad (nombre dado en Bolivia a los pequeños vehículos de transporte públicos) nos desplazamos a la localidad de Tuni. El viaje augura aventura, surcando un altiplano agreste y árido como la antesala de un patíbulo, surge una cordillera con 160 km de frente. Asemeja a una división napoleónica e irradia hostilidad, invitándonos a adentrarnos, y durante unos minutos clavamos la mirada permaneciendo en mudo desafío. Al poco apreciamos las estilizadas siluetas del Condoriri, inconfundibles por su similitud con el ave reina de la zona y de donde emana la leyenda de los hombres-cóndor.

CERRO TARIJA

Estamos en Tuni y procede contratar mulas para los porteos, (la verdadera razón es la seguridad y dejar algunos dólares en unas tierras tan necesitadas). Sin las mochilas tenemos una placentera travesía de tres horas hasta la laguna de Chiar Khota a 4600 m, cruzándose en nuestro camino rebaños de llamas y vicuñas, camélidos perfectamente adaptados a este entorno.

Cuando se presentan ante nosotros las moles del Condoriri confirmamos que se trata de uno de los paraísos andinos menos frecuentados y más salvajes del continente: justo lo que buscábamos. Antes de cruzar Chiar Khota, pues al otro lado está el campamento base, encontramos la cabaña de Cristina la cual ofrece alojamiento a buen precio lo que siempre será mejor que dormir en la tienda en caso de inclemencias meteorológicas. La laguna es una despensa natural y sus truchas junto con las papas y el arroz son el plato básico. Anochece pronto y tenemos que madrugar, el Cerro Tarija con sus cinco mil metros nos aguarda.

Son la 02:00 de la madrugada. Con la oscuridad muy densa, a la luz de los frontales y con las dorsales andinas de fondo, tres seres noctámbulos y tambaleantes prosperan hacia el glaciar de la vertiente SO. Al entrar en la lengua del mismo, parada de rigor y puesta a punto del equipo para continuar en ensamble. El hecho de no comprobar la ruta el día anterior por la tarde nos hace dudar y emprendemos una serpenteante ascensión sorteando grietas que aparecen por doquier y nos hacen invertir el doble de tiempo que por el camino normal que discurre por la vertiente izquierda. A pesar de todo hemos sido bastante precisos en el trazado y afortunadamente sin ningún contratiempo, coronamos el Cerro Tarija poco después del amanecer. Esta prueba da visado para el siguiente objetivo.

HUAYNA POTOSÍ

Rodamos hacía paso Zongo, antes de alcanzarlo encontramos a nuestra izquierda la casa de Miguel Altavidano donde a parte de alojamiento, ofrecen servicios de porteos y guías. Negociamos tres porteos y seguidamente iniciamos la caminata durante la cual nos sorprende la magnificencia del pico. Surgen imágenes rescatadas del Edén, la traducción al castellano de Huayna Potosí bien lo justifica “el joven bramador”. Los caprichosos salientes del glaciar desafían las normas arquitectónicas y a pesar de su fama como seis mil asequible desconfiamos desde el principio.

Pensando en pernoctar en Campamento Argentino, nos comentan los guías que hace más de siete años que fue clausurado, no por el peligro de avalanchas, que nunca las hubo, (tienen que “venderlo” disimulando como pueden) sino por la incomodidad de dormir en el hielo. Por ello el Campamento Base se instala en “Las Rocas”, último saliente pedregoso antes de adentrarnos en el glaciar, alargando así consiguientemente el segundo día de ascensión. Tenemos necesidad perentoria de agua para combatir el mal de altura y procedemos a fundir nieve, añadiéndole pastillas de caldo que funcionan bastante bien.

Muy temprano abandonamos el campamento, incorporándose a nuestra cordada un colombiano, Rafa. Con las prisas y la oscuridad reinante se nos olvida la cuerda, casi nada, baja Óscar a por ella y proseguimos. A las dos horas cruzamos Campamento Argentino, que se encuentra totalmente deshabitado y poco después la montaña acoge nuestro paso, pletórica de hielo y nieve, extendiendo una grieta que hizo su aparición este año. Sorteamos las posibilidades y el único camino son unas precarias escaleras empalmadas con cuerda de tender la ropa. Tenemos que asegurar y poner esmero en no tropezar con los crampones. En esta naturaleza creada por Dios se incorporan difícilmente los ingenios humanos para dominarla.

Superada la fuerte pendiente que sigue a las escaleras nos tomamos un respiro y vemos el amanecer inundándolo todo con tonos anaranjados, mientras en la lejanía las luces de la gran ciudad van gradualmente apagándose. Proseguimos nuestro camino sin problemas hasta encontrarnos con la impresionante y larga rampa final. La dureza del hielo, sus irregularidades y la fuerte pendiente constituyen un problema añadido. Una hora más tarde plantamos los pies en los 6088 m del coloso andino.

PARQUE NACIONAL DE SAJAMA

Colindante con la Paz y al sur de la capital boliviana, nos encontramos con el departamento de Oruro, poseedor del Parque Nacional de Sajama, que a lo largo de la historia siempre fue un tanto eclipsado por el salar de Uyuni y las cautivadoras cordilleras andinas. Pero de una forma modesta sin estridencias y aprovechando el magnífico reclamo de sus majestuosos volcanes (uno de ellos, el Nevado Sajama, se erige como la cima del país) junto con otras joyas naturales, poco a poco la zona se convierte en uno de los objetivos del que no podemos prescindir exploradores como Oscar del Fuentes Carrionas y yo, del Yordas.

Accedemos por la carretera de Patacamaya a trancas y barrancas en una movilidad (un minibús), comprimidos hasta el tuétano y pendientes de las mochilas encajadas en la baca del vehículo, sin saber si en cada parada continúan allí. Vamos por un camino asfaltado –que en Bolivia no es poco- llegando después de casi toda la jornada a la población de Sajama. Nos encontramos con más europeos, hay holandeses, austriacos y franceses pero ninguno alpinista. Estamos en un territorio inhóspito pero que nos acoge con las infraestructuras mínimas, hospedándonos en una casita de adobe o algo similar. Yo tengo que dormir en diagonal en una cama de 1,60.

EL VOLCÁN SAJAMA 6520 m



Levantándonos a las 07:30 contratamos unos porteos: es la mejor forma de quedar bien con una gente tan acogedora y dejarles unos dólares y, ni que decir tiene, la ascensión se hace más placentera y cómoda. Amaneciendo a las 08:00 cargamos el burrito que nos lleva las mochilas hasta el Campamento Base. Todo este territorio es llamado el altiplano y aparentemente es tan agreste como desolador, pero encierra una belleza paisajística indescriptible. Una vez más nos sumergimos en las costumbres vernáculas de un lugar que nos es ajeno, siempre respetando nuestra naturaleza iniciática y exploradora de lo desconocido. Acampamos a más de 4200 m saboreando la paz y el silencio del atardecer austral. Tanto por la noche, a varios grados bajo cero, como por el día, tenemos que echar mano a las prendas de abrigo. A pesar de ser verano estamos muy por debajo del ecuador.

Al día siguiente los porteadores están clavados a las 08:00 iniciando la senda hacia el campamento avanzado. La vastedad del parque nos sorprende con sus 100 230 hectáreas, y a medida que subimos nos percatamos de sus titánicas dimensiones, como dice la propaganda boliviana “lo autentico aun existe”. A la hora de comer plantamos la carpa (una tienda alquilada) y aunque al principio pensamos que era posible hacer las dos jornadas en una no es recomendable por la aclimatación. Pernoctamos a 5700 m y la tercera jornada es promisoria de cumbre, supondrá en ese día la máxima cota de Bolivia.

Esta vez partimos de madrugada con un frío glacial y una oscuridad tenebrosa, acometiendo el paso más complicado justo al comienzo de un mixto engorroso y a continuación unos pasos de roca de III grado, relativamente fáciles. Pero sin puntos de referencia y sin nadie por delante, esperamos media hora hasta que la claridad nos guía, pocos minutos después lo superamos para seguir con una pala de nieve que nos exige largas horas de peleona ascensión con los piolet de tracción. Poco a poco la pendiente va cediendo y sin darnos cuenta, como cuando vivimos en pos de un sueño, culminamos en una cima de las más esotéricas. En realidad se trata de una superficie con espacio suficiente para jugar un partido de fútbol, como así fue en el año 2001 entre los guías de Sajama y de La Paz, ganando los locales por 2 tantos

OTRAS MARAVILLAS DE SAJAMA

Existen 2 soberbios volcanes a parte del descrito: son los Payachatas que superan los 6200 metros. Para los que no hacen montañismo el Parque brinda un tupido surtido de lugares con gran encanto y belleza. Alquilando dos bicicletas ponemos rumbo norte y al cabo de 11 km nos topamos con la laguna de Huañacota donde contemplamos cercanos y escurridizos a decenas de pájaros que captamos con el objetivo. Nos comentaron que la laguna es también morada de parinas (flamencos andinos) pero en otros meses del año.

Otra visita obligada son los géiseres de Junt`uma, toda una combinación de agua y fuego que solo la naturaleza sabe coordinar. Enclavado en una zona eminentemente volcánica como esta y a modo de balneario natural está salpicado por pequeños cráteres en los que el agua tiene diferentes temperaturas. Los hay ideales para bañarse, mientras que en otros no puedes meter la uña del dedo meñique debido a que hierve el líquido. En unos el agua permanece transparente e inamovible, en cambio en otros las bañeras parecen fumarolas y el fluido borbotea con cierta intermitencia desprendiendo humos y gases. Cuando cae la tarde, esperándola con fervoroso anhelo, el espectáculo es insospechado, al tenue resplandor de las aguas termales se une el deambular de las nubes como gárgolas deformes, propiciando un fantasmagórico panorama. Sajama no deja de sorprendernos a cada paso que damos.

Para finalizar citaremos otra ruta comenzando en el puente sobre el río Tomarapi que nos conduce a un pueblo, Jankho Huyo, en cuyas cercanías se pueden deleitar los amantes del primitivismo con las pinturas rupestres, al tiempo que observan unas lúgubres torres de barro que aglutinan el tenebroso arte funerario de los Aymaras. Yo pensaba que eran construcciones para que nidifiquen las aves... Bueno, ya lo saben, si visitan Bolivia no se pierdan este parque, se lo dicen dos aventureros.


Texto: Javier Fernández López
Fotografía: Óscar Díez Higuera