31 de marzo de 2009

Dolomitas 2000

LOS DOLOMITAS 2000

 "Sólo la naturaleza  hace grandes obras sin esperar recompensa alguna"
                                                                                  (Alexandre I. Herzen)

Siempre que oímos la palabra Alpes en la comunidad de montañeros, se activa en nuestra imaginación un encandilamiento mágico, que va desde los característicos y hermosos bosques que custodian los macizos de gigantescas dimensiones hasta los antaño bucólicos pueblecitos de montaña convertidos hoy en centros de turismo internacional, como Chamonix. También nos viene a la mente una cordillera de colosales magnitudes, siendo la superficie de ésta equivalente a media península Ibérica.

En el verano del 2000 seis montañeros inquietos tuvimos la oportunidad de desarrollar una expedición con diversos objetivos. Los protagonistas son tres leoneses (Javier Valladares, Santiago Carrizo y Javier Fernández, del Grupo de montaña Yordas) y tres palentinos (Mariano Fernández del Fuentes Carrionas junto con Néctor Pérez y Óscar Díez del Nevada).

Ansiosos por completar la experiencia Alpina de otros años, emprendemos la singladura con 2000 Km en furgoneta rumbo a los Alpes italianos. Nuestro objetivo preferente es la llamada vía Bochette, ubicada en Dolomitas, macizo de Brenta, cerca de Trento. Poco antes de alcanzar Madonna de Campiglio, principal localidad del macizo, la Naturaleza nos brinda un anticipo gratuito cuando nuestros ojos contemplan los bosques, los lagos, y las moles pétreas que, a modo de atalayas del Olimpo, nos vigilan con elegante majestuosidad, como queriendo constatar el poderío en sus dominios.

La vía Bochette es una vía ferrata (nombre alusivo a elementos de hierro con los que están equipadas, tales como escaleras y sirgas). Su nacimiento comienza a primeros de siglo, por necesidades de la milicia para mantener las rutas de aprovisionamiento de las tropas de montaña. La travesía conlleva tres días de duración, guardando cierta similitud con la garganta del Cares en algunos tramos, aunque no comparable en duración y extensión.

Iniciamos la marcha con el sendero A. Benini, debidamente equipados para el menester. Las horas transcurren muertas cuando la dolomía, que es muy parecida a la caliza, nos brinda sus laberínticos caminos disfrutando de un panorama único en su género. El sendero es a veces más ancho o más estrecho pero el deleite del alpinista está garantizado, hay precipicios sin fin bajo nuestros pies. Al mosquetonear la sirga, en ocasiones se desvanece la sensación de seguridad y cuando transitamos por las escaleras encajadas en la piedra quedamos a merced del viento, como seres diminutos avanzando lentamente por un océano de dolomía, que bien puede ser el espejo del Edén. Finalizamos una dura jornada pasando por alto el refugio de Tuckett y nos disponemos a pernoctar en el de Alimonta.

La noche palpita enigmática en los Alpes, cuando poco antes de introducirnos en los sacos observamos un cielo nítido como ninguno y Oscar, gran experto en Astronomía, va escudriñando cada constelación con la precisión que le caracteriza y nos explica meticulosamente la forma y la utilidad de las mismas.

Al día siguiente, apenas despunta el alba, reemprendemos la marcha con el presagio de que será un día grande, promisorio como el anterior. La Bochette central continúa sorprendiéndonos a cada paso que marcamos, jamás habíamos visto semejante conjunción de la Naturaleza, verdaderas joyas naturales las del país trasalpino, que tan desapercibido pasaba para nosotros cuando oíamos hablar de las Dolomitas.

El momento álgido de la travesía se presenta al sortear el Campanile Basso: se puede definir como un “espárrago” de inconmensurables dimensiones, salvando un desnivel de 500 m, el cual antes de emerger de las entrañas de la Tierra, adquirió el compromiso tácito de no desentonar en el entorno dolomítico, contribuyendo con su uniformidad y sintonía. Tras un breve ágape en el refugio de Pedroti proseguimos con el sendero de Brentari, con la mala fortuna de encontrarnos en las garras de las tinieblas (léase niebla) sin posibilidad de apreciar sus maravillas. Finalizamos cuando avistamos el refugio de Agostini.

Sólo nos queda el regreso al punto de partida en Madonna de Campiglio, exhaustos pero triunfantes. La experiencia permanecerá en nuestra memoria mucho tiempo porque, sin duda, aquel verano del 2.000 marcó pauta en nuestras vidas.

Texto: Javier Fernández López.
Fotografía: Óscar Díez Higuera

30 de marzo de 2009

Dolomitas 2005

LOS DOLOMITAS 2005

 "Sólo la naturaleza  hace grandes obras sin esperar recompensa alguna"
                                                                                   (Alexandre I. Herzen)


En esta ocasión son Mariano Fernández, junto con los palentinos Óscar, Emilio y Néctor, los protagonistas de la nueva incursión Alpina en las Dolomitas de Cortina d´Ampezzo, situados entre Italia y Austria. Esta zona es de las más clásicas para realizar vías ferrata puesto que en estas montañas se situó el frente de la Primera Guerra Mundial. Aquí los ejércitos austriaco e italiano en 1915 llenaron estas gigantescas moles de dolomía de innumerables escaleras, túneles, pasadizos... para comunicarse entre las posiciones. Hoy día estas instalaciones se han conservado pasando del uso de la milicia al puramente deportivo, el cual hace que esta zona de los Alpes, pese a su menor altura, sea una delicia para el montañero.

Comenzamos en el macizo de Sella para realizar la ferrata del Piz da Lech de Boè. Tras establecernos en Corvara, por medio del teleférico de Boé nos situamos ya en altura. Es conveniente usar remontes, puesto que hay muchos al ser estaciones de esquí y nos acercan a las vías a realizar en poco tiempo.

Aquí subimos el pico de Lech de 2914 m por su cara fácil, para descender todo el monolito por la ferrata de su cara este. Una gran cantidad de escaleras verticales nos conectan con una sirga de interminables desniveles, la gran verticalidad del recorrido desaconseja realizar este trayecto si no se domina bien el vértigo. En poco tiempo descendemos 500 m casi verticales, llegando a un plató que nos conduce de nuevo al teleférico de origen. Aquí el mal tiempo nos obliga a aparcar las ferratas, aprovechando para conocer algunas localidades vecinas del Tirol y Baviera.

Nuevamente, al remitir el temporal, pertrechados con nuestras disipadoras volvemos al grupo de Sella-Alta Badia para atacar la famosa vía de la Brigatta Tridentina, 400 m de pared que se sortean a la derecha de un espectacular torrente, remontando la cara este de la Torre Exner, para llegar al final de una pasarela que nos comunica con el lago y el refugio del Pisciadu. La vuelta la realizamos por la ruta normal hasta el paso de Alta-Badía, famoso puerto del Giro de Italia.

Cambiamos de zona y nos dirigimos a la localidad de Cortina d´Ampezzo, capital de esta región y hermosa villa de esquiadores, donde ya se celebraron unos Juegos Olímpicos de invierno. Su ambiente y construcciones nos recuerdan a Chamonix, Zermatt o Grindelwald.

Tras dejar la autocaravana en el paso D´Ospitale, a unos 5 km de Cortina, tomamos una pista forestal para alcanzar la estación intermedia del teleférico de Lorenzi, en el Macizo del Cristallo disfrutando de espectaculares parajes. Una vez en la estación superior dejamos nuestros petates en el impresionante refugio mencionado, a 3000 m con el panorama de la Civetta, las Torres del Lavaredo, la Toffana, los grupos Misurina y Sorapis etc...

A media tarde emprendemos la ferrata Marino Bianchi, más corta pero con pasos más difíciles que los anteriores recorridos. El itinerario discurre por una arista rocosa con grandes vacíos a ambos lados, alguna escalera y espectaculares vistas de los demás macizos, para llegar al final a la cima del Cristallo di Mezzo, con 3153 m de altitud. La vuelta es por el mismo itinerario, para pernoctar en el refugio de Lorenzi, bonito lugar enclavado en uno de los parajes más idílicos de los Alpes... el servicio es perfecto, comida, habitaciones, mobiliario etc...

Madrugamos al día siguiente para realizar la bajada por la D´Ibona que es una de las ferratas clásicas, punto clave en la Primera Guerra Mundial, con gran cantidad de huellas bélicas, búnkeres, pasadizos, polvorines, puestos de vigilancia...

El recorrido comienza con un espectacular puente, túneles y grandes escaleras que nos alejan del refugio. Tras ganar algo de altura alcanzamos la divisoria de aguas y por una hilera de montañas descendente nos sumergimos en el ambiente guerrillero de la Gran Guerra. Tan sólo las sirgas y en general todo el itinerario del recorrido está bien conservado, con fines deportivos, los restos de la contienda se van perdiendo con el paso de los años y únicamente algún puesto de vigilancia que se utiliza como refugio muestra restauración.

Finalmente dejamos el roquedo cimero y nos adentramos en los pastizales alpinos para bajar al bosque de abetos, una serie de pistas forestales nos dejan en el paso D´Ospitale desde donde regresamos a Cortina.

Nos quedan pocos días y aprovechamos para hacer un clásico de la zona, el Gruppo di Sesto, no sin antes disfrutar del recorrido pasando por el impresionante lago de Misurina, lugar de descanso y veraneo desde principios de siglo, engalanado por multitud de hoteles y enfocado a los deportes náuticos.

Llegamos al refugio de Auronzo situado a 2320 m y desde aquí emprendemos a pié el camino para hacer la ferrata Innerkofler al monte Paterno, espectacular recorrido, trazado durante la guerra, que transita por las entrañas de esta montaña. Tan sólo vemos la luz de las troneras que dejaron para posicionar ametralladoras y por supuesto es imprescindible llevar la frontal durante todo el itinerario.

Tras ver la luz de nuevo acabamos en el refugio de Locatelli, a los pies de la torre Toblín, un impresionante monolito utilizado como puesto de vigilancia. Posteriormente variamos el trazado de vuelta para realizar el rodeo a las tres torres del Lavaredo, pasando por sus caras norte que constituyen algunas de las grandes vías clásicas de escalada de los Alpes. Finalmente enlazamos con nuestro punto de partida, el refugio de Auronzo, donde retornamos a casa.

Los Dolomitas están compuestos por 13 macizos de roca sedimentaria similar a la caliza de la Cordillera Cantábrica, sus alturas no son muy destacadas como en Alpes centrales, pero su belleza paisajística, la verticalidad de sus paredes, la singularidad de sus cimas, así como la accesibilidad a las vías ferratas, las hacen únicas en su género.

Texto: Javier y Mariano Fernández López.
Fotografía: Óscar Díez Higuera y Néctor Pérez.

27 de marzo de 2009

Andinismo: Avenida de los volcanes de Ecuador.

ANDINISMO:
AVENIDA DE LOS VOLCANES DE ECUADOR.

En la alborada del siglo XXI piensa la gran mayoría que no queda nada por descubrir, sobre todo con los últimos avances de la tecnología. Y es que hoy nada escapa al tratamiento científico, las mediciones son milimétricas, los cálculos no ofrecen margen para el error, parece estar todo bajo control en esta sociedad poseída por el confort y la especulación, desdeñando cualquier esfuerzo que no sea a tal fin.
Pero ¿qué hay de la vivencia?. A pesar de todo, la raigambre naturalista de algunos humanos no conoce pausa en su afán de conocer nuevos desafíos, nuevas aventuras, rememorando un poco a nuestros antepasados, siempre dignos de elogio, aquellos vikingos que preferían navegar antes que permanecer en tierra firme, aquellos romanos que sentaron las bases de nuestra civilización, los conquistadores españoles que cruzaban el Atlántico en esas cáscaras de nuez que eran las primitivas embarcaciones, aquellos griegos, cartaginenses, fenicios etc. Civilizaciones y pueblos tan enigmáticos como esotéricos, no había tregua ante la perentoria necesidad de la exploración.

Este Verano (2.001) continuando un ciclo de expediciones en los Alpes, el palentino Óscar Díez y yo nos propusimos, después de nuestro raíd del año pasado en los Dolomitas, una expedición extraeuropea en la que el cambio de cultura constituye el punto álgido. Bien diferente de occidente el citado cambio a la vez abre nuevas expectativas en cuanto a proyectos y metas a realizar. Lo primero es establecer prioridades; contando con un mes de estancia fijamos dos objetivos operativos a cubrir:

-Ascensión de picos superiores a 5.000m
-Exploración de la Amazonía.

El teatro de operaciones queda fijado en Sudamérica, concretamente en la Avenida de los volcanes de Ecuador y la amazonía peruana.

CONTRA TODO PRONÓSTICO

En una empresa de tal calibre no hay hueco para la improvisación, el avión se contrata con meses de antelación, en este caso la empresa venezolana AVENSA es la más asequible para llegar a Quito y regresar desde Lima. A continuación abordamos las cuestiones sanitarias. Para este menester, en el centro de vacunación de la Junta de Castilla y León se nos informa de lo enfermizos que resultan los países a visitar y del arsenal de vacunas imprescindibles, sobre todo para internarnos en la amazonía. Estas vacunas son: fiebre amarilla, tétanos, hepatitis A, tifoideas y contra la malaria o paludismo al no existir vacuna de probada eficacia llevamos una profilaxis (anualmente mueren más de dos millones de personas sólo por el paludismo). Es posible que no existan en el mundo zonas donde sean necesarias tantas medidas preventivas.

En cuanto al entrenamiento, durante todo el año realizamos una media de dos a tres salidas mensuales ya sea con ascensiones o travesías, bien con el club o por nuestra cuenta, destacando la Semana Santa en la que desarrollamos una acampada en el Jou Grande de Picos de Europa, bebiendo y cocinando con nieve fundida con resultados óptimos.

LUZ VERDE Y PRIMER CINCOMIL

Cuando el explorador y científico alemán Alexander Humboltd viaja a Ecuador en 1802 encuentra el camino entre Quito y Riobamba custodiado por dantescos volcanes, decidiendo bautizar el tramo entre las capitales mencionadas (unos 200 km.) como “Avenida de los volcanes”, llegando así a nuestros días y pasando a la inmortalidad su acreditada denominación.

Con una superficie aproximadamente de la mitad de España (283.000 Km2 ) tiene insertados dos cordales pertenecientes a la cordillera de los Andes dividiendo el país en costa, sierra y selva a medida que nos adentramos.

En Quito comienza una aventura que marcará pauta en nuestras vidas. También da inicio nuestra aclimatación, nos encontramos en una capital a 2.800 m de altitud. Dos días más tarde a través de la sinuosa carretera panamericana, columna vertebral de las comunicaciones en todo el continente, nos desplazamos en unos autocares de los años treinta, desechos de los Estados Unidos, bastante sucios y para colmo con la costumbre de limpiar el suelo con gas-oil (allí llamado petróleo) esparciendo el consiguiente hedor para nuestras fosas nasales. La necesidad se palpa en el ambiente, Por fin llegamos a Machachi y desde esta localidad vamos a Chaupi en otro autocar por llamarlo de alguna forma inteligible.

Para la aproximación al refugio contratamos un todo terreno que después de regatear –practica muy institucionalizada en estos países- nos queda en 10$. Entramos en la reserva ecológica de los Ilinizas y ya nada, salvo el mal tiempo nos detendrá. Comenzamos la singladura en la cordillera andina con la mirada desafiante puesta en las dos moles pétreas de naturaleza volcánica. Tanto el Iliniza Norte como su homólogo Iliniza Sur contemplan, recelosos, nuestro caminar, lento pero inexorable en sus dominios. En tres horas de duro bregar la niebla nos acompaña hasta llegar al refugio a 4.600m.

Se avecina la noche, pienso que una más como otra cualquiera, pero el hechizo andino nos tiene preparadas muchas sorpresas y aquí empiezan. Solamente he visto la Cruz del Sur en los libros y manuales de supervivencia de mi biblioteca y esa noche la tenía en los desvanes del olvido. De repente ¡qué emoción! ante un cielo nítido oriundo de la noche ecuatorial y con una hermosa luna creciente, aparece cumpliendo su cometido direccional, viéndose a la vez Escorpión y la Vía Láctea mejor que en Europa.

El Iliniza Norte con sus 5.126 metros nos está esperando a la mañana siguiente. Sin madrugar mucho, salimos a las 07:00 con gran optimismo y paso firme. Por la cara interna con sombra y algo de hielo discurren los primeros tramos llegando al “paso de la muerte” y aparece a nuestras espaldas una imponente silueta, El Cotopaxi, nos observa meticulosamente recordándonos que profanamos los Andes. Realizada la diapositiva de rigor proseguimos la ascensión en un terreno mixto predominando la roca.

Alcanzando la cota 5.000 m se desborda la ilusión y es que hace mucho tiempo que no superaba los 4.800 de los Alpes, pero poco dura la alegría, pues el último tramo para hacer cima no está nada definido ni existe ningún tipo de señalización. Durante más de dos horas de intensa búsqueda todo es un ir y venir, paseando nuestra desventura por doquier, estamos al borde de la renuncia. Cuando vivo estos momentos siempre viene a mi mente una vieja semblanza que reza así: “durante la noche el momento más oscuro es poco antes del amanecer”. Aunque disfrutando de un tiempo favorable, la búsqueda se va transformando en frustración, pero he aquí que, de forma fantasmagórica pero bien venida, una cordada estadounidense, con sorprendente oportunismo, nos indica el dichoso paso y en pocos minutos hacemos cumbre. Mi primer cincomil, Oscar lleva más.

COTOPAXI Y CHIMBORAZO

Dado nuestro carácter nómada, nuestras botas no conocen descanso alguno y proseguimos el itinerario fijado en España. Superado el Iliniza Norte, soltamos amarras poniendo rumbo a la Reserva Nacional del Cotopaxi donde los ecuatorianos pagan un dólar y los gringos diez. Considerado volcán activo, Cotopaxi significa “cuello de luna” en Quechua.

Una vez en el refugio “José Rivas” la intriga da rienda suelta a la imaginación, Nos encontramos en el paraíso del vulcanólogo, predomina la tierra rojiza, siendo la roca fundamental la lava y otras piedras cristalinas en las que se han acumulado materiales volcánicos durante siglos por su constante actividad. Todos estos materiales rompen bruscamente con el glaciar creando una montaña con fuertes y atractivos contrastes. Tenemos piedras de todos los tamaños, también observamos “bombas volcánicas” (materiales pétreos lanzados por el cráter). Tal es la cantidad y el buen estado de estas reliquias que decido guardarme una y portarla hasta la sede del club.

Esta noche cenamos a las 18:00 porque al día siguiente, a la una de la madrugada emprendemos la subida a fin de encontrar la nieve en buen estado. Durante la noche viento, viento y más viento azota el refugio, el madrugón es siempre difícil de superar, pero una vez en ruta iniciamos la bonita ascensión sin necesidad de la luz de nuestros frontales, la Luna nos guía, la temperatura congela el agua de nuestras cantimploras y no es posible beber líquido alguno pero el deleite del andinismo está garantizado.

A eso de las 5:30 despunta el alba, el espectáculo es indescriptible pensando lo privilegiados que somos los mortales que vivimos estos momentos que, a pesar del intenso frío, invitan a la reflexión en la gélida nieve.
Las rampas de mayor pendiente preceden a la cumbre y a las 6:30 plantamos nuestros pies en los 5.897 metros del coloso volcánico, con un cráter de inconmensurables dimensiones, un cielo despejado y un mar de nubes uniforme como una autopista, no recuerdo cima más idílica y hermosa.
Los siguientes pasos los encaminamos hacia Riobamba, ciudad al sur de Quito, ubicada a 3.000 metros y que supone la aclimatación final para el último objetivo de la Avenida de los Volcanes. Para hacer tiempo permanecemos 3 días, durante los que conocemos a un alemán, Winni, quien tiene propósito de subir también el Chimborazo y decide incorporarse a nuestra cordada. Uno de los grandes atractivos que Riobamba ofrece al turismo es el recorrido hasta la “nariz del Diablo” montados en los tejados de un tren que presume de ser el ferrocarril más difícil del mundo, según los ecuatorianos.
Desde el refugio de Whimper (5.000 metros) partimos seis cordadas, todas con guías menos la nuestra. Salimos a las doce de la noche con Luna llena, pero oculta entre las nubes y encontramos una dificultad técnica al cruzar el glaciar cuando sorteamos una pequeña cascada de hielo que precisa reunión. A las 3:00, una cordada se retira dado que uno de sus componentes tiene síntomas de mal de altura. Durante el trayecto abundan las grietas y puentes de hielo. Todas las cordadas hacen cima en Ventimiglia a 6.240 metros y se retiran (seguro que los guías tiene ganas de regresar y cobrar), nosotros continuamos hasta la cima Whimper con los 6.310 metros cubiertos por la niebla, pero cerrando con broche de oro nuestra travesía andina. Nos queda la amazonía... pero eso, es otra historia.

Texto: Javier Fernández López
Fotografía: Óscar Díez Higuera.
(Publicado en el Diario de León el 23 de Junio de 2.002)

Amazonía boliviana

AMAZONIA BOLIVIANA


"Dentro de 20 años estarás arrepentido de las cosas que no has hecho, así que abandona el puerto seguro. Explora"
                                             Mark Twain (1835 – 1910)   Escritor estadounidense


Aquel verano del 2003 exploramos la Cordillera Real con éxito, también el macizo del Condoriri y el antiguo volcán Sajama. Realizamos un estupendo raíd por los nevados bolivianos, sólo faltaba la amazonía.

El primer paso es informarnos en La Paz acerca de las posibilidades y entre todas las opciones nos decantamos por la zona de Rurrenabaque. Pero antes es necesaria la aproximación que sin saberlo se convierte en otra aventura en si misma. Es preciso recorrer un área llamada el valle de los Yungas y más concretamente efectuar un descenso por el único paso llamado “la carretera de la muerte”.

CARRETERA DE LA MUERTE

El puerto de inicio se encuentra a tres horas de la capital teniendo en cuenta que La Paz se encuentra entre los 3200m y los 4200m en su barrio más alto (precisamente llamado El Alto). Contratamos una agencia que tiene el atractivo del descenso en bicicleta de los Yungas, nada más y nada menos que 3000m de desnivel, desde las estribaciones de la cordillera Real hasta las tierras de amazonía Boliviana. Toda una transición de paisaje con sus precipicios, aumento de temperatura según descendemos, exuberante vegetación, fauna autóctona... todo ello denominador común del clima tropical.

Dispuestos con nuestro equipo, la “montain bike”, el casco y el chaleco reflectante, somos una docena de occidentales con dos monitores de la agencia. Dicho y hecho comprobamos los frenos y esperando que resistan iniciamos la espectacular etapa. Al poco la primera caída, es una joven austriaca, pero sin consecuencias. La primera posición es mantenida celosamente por un alemán, la verdad es que a Óscar y a mí poco nos importa la competitividad del teutón, hemos venido a disfrutar y paramos en cada hueco donde hay algo interesante que fotografiar.

En la mayoría de los tramos el camino no está asfaltado, tampoco tenemos barreras protectoras en la totalidad del itinerario y en las zonas más expuestas, vemos cruces de madera. Verdaderamente da pánico ver a los autobuses y camiones prosperar entre la polvareda y los abismales precipicios, ahora en-tendemos lo de las cruces de madera.

Es de destacar que hace unos años un autocar de turistas se despeñó, es el momento en que los buitres de dos patas aprovechan para mangonear todo lo que pueden. Decía un “policía” para la televisión que la zona era inaccesible, -resulta que llevaba una gorra que por lo visto era de una de las víctimas y la madre la reconoció- La triste realidad es que en los países subdesarrollados en caso de percance estamos totalmente indefensos, para ellos sólo somos dólares andantes.

Este escalofriante trazado viene del año 1930 siendo construido por los prisioneros paraguayos de la guerra del Chaco. Por término medio se producen dos despeñamientos de vehículos al mes y las víctimas se cuentan por cientos cada año. La estrechez del camino provoca constantes problemas cuando tienen que cruzarse dos camiones o autobuses. Existe en este caso la norma tácita de circular por la izquierda y así mantener el volante al lado del precipicio para ver mejor el borde de la carretera, que en el descenso se encuentra a ese lado.

Por si fuera poco las constantes lluvias y la niebla son la tónica durante la mayor parte del año. No es una denominación puesta a voleo, esta “carretera de la muerte” es posiblemente la más peligrosa del mundo.

Volviendo a nuestro descenso, hemos realizado todas las fotos de rigor, estamos tan cubiertos de polvo que no se ve el color de la ropa y la barba presenta un curioso aspecto arcilloso. Al cabo de tres horas y media nos aseamos y reponemos fuerzas. Por cierto, el alemán no tenia muy buena cara, al poco comprendemos: uno de sus codos esta ensangrentado tras una caída.

DEPARTAMENTO DEL BENI

Nos internamos en los llanos tropicales en un autobús con el respiradero en el techo por el que no hacía más que entrar tal cantidad de polvo que todos los pasajeros acabamos del mismo color. El viaje es largo y en torno a las 5 de la madrugada llegamos a Rurrenabaque. En ese momento existen 16 agencias que ofrecen sus servicios.

El plan consiste en alcanzar el río Yacuma en la localidad de Santa Rosa de Yacuma y posteriormente optar entre el Parque Nacional de Madidi o internarnos en las pampas. Al día siguiente hacemos cuatro horas de camino no asfaltado (nos resulta tan chocante por nuestra costumbre de ver carreteras en buen estado frente a lo que tienen en estos países que realmente no nos damos cuenta hasta que carecemos de los adelantos del desarrollo).

Ya en Santa Rosa conocemos a Jaime, el guía, y montando en la canoa a motor nos internamos en las Pampas. Son una zona de Amazonía sin desniveles, con escasa vegetación arbórea y con bastantes posibilidades de ver fauna. Parece más interesante que el Madidi que aparte tiene un fuerte control turístico.

A los cinco minutos la cosa se pone interesante, comenzamos a ver caimanes que no son muy grandes, un metro y medio aproximadamente. La gente se estremece al verlos introducirse en el agua emponzoñada del río. En realidad huyen o ven amenaza y por eso se sumergen, los realmente peligrosos son los que permanecen en la orilla enseñando su arsenal dental.

Más adelante observamos unos capibaras, el mayor roedor de la Tierra y nos cruzamos con otros botes, también con turistas. Un buitre de la pampa y unas garzas que están en peligro de extinción y reciben el sobrenombre de batos. En los troncos caídos se pueden ver tortugas de agua dulce, alineadas de forma que a duras penas se abren huecos y que son especie protegida. Unas tres horas de navegación para llegar al campamento (un tanto precario, pero no por ello pierde su encanto) donde nos espera la cena. Somos dos españoles, tres alemanes, dos suizos y dos austriacos.

Por la noche atracción inesperada, Jaime nos invita a la contemplación de los ojos rojos de los caimanes. Embarcamos con nuestras linternas y en las proximidades del campamento, acechando como depredadores que son, aparecen cual luciérnagas del diablo. Lo cierto es que tienes que buscar el ángulo determinado, y el fotografiarlos es difícil por la necesaria posición de la cámara, el brillo en realidad aparece anaranjado.

En algunas partes esta infestado, más vale no pensar en si te caes al río... Ya de regreso Jaime nos propone capturar una cría para observarla de cerca, aceptamos y según se baja en la orilla sin gran dificultad apresa un caimán de unos 25cm. Una vez curioseado por todos lo devuelve a su hogar. Esa noche dormimos en unos camastros con sus mosquiteras, bajo un cielo luminosamente estrellado.

Amanece en las Pampas y este día tiene un acicate más pronunciado, nos dedicaremos a la siniestra e intrigante búsqueda de serpientes. El guía nos dice que tenemos un 60% de posibilidades de ver una anaconda. Nos dirigimos a una zona totalmente enfangada donde Jaime sondea el barro con un palo y sus botas, allí donde nota algo blando puede haber una anaconda (posteriormente nos comenta que la más grande que ha visto, después de 9 años trabajando como guía es de 6m)

Llevamos ya hora y media de caminata y parece que ... si, es un reptil pero en este caso está muerta, continuamos y nos dice: “desde aquí veo una anaconda”, ¡eureka!, tantos años esperando este momento... Es una hembra de unos 4 años (viven 80 o 100 años) que tiene metro y medio de longitud. Mediante una técnica muy entrenada la agarra y consigue inmovilizarla.

Continuando la andadura nos abrimos paso a machetazos durante dos horas más, la verdad es que no sabemos qué busca, nos da la impresión de dar vueltas en circulo, pero saliendo fuera de la vegetación a unos cien metros observamos otro reptil, este es una cobra de mordedura no letal. Aquí se tiene que emplear a fondo pues tiene más velocidad que la anaconda y a punto estuvo de engatillarle los colmillos, finalmente consigue su propósito y domina a la serpiente.

Después de comer tenemos una sobremesa interesante, es la hora en que arrojan la basura orgánica al río y esperando como colegiales su ración cinco caimanes permanecen al acecho.

Volvemos a embarcar y ahora nos toca el deporte de la pesca, pero no una pesca cualquiera cuando se trata de pirañas, son pequeñas y aún así, están armadas con unos colmillos desproporcionados para su tamaño. En la orilla con un trozo de panceta Jaime atrae a un caimán, la verdad es que si los acostumbras y no les haces daño estos animales mantienen buenas relaciones con el ser humano. Por la noche nos zampamos las pirañas, su sabor, típico de los peces de río, no tiene nada de especial comparado con otros pescados fritos.

Es el último día y no podemos irnos sin ver amanecer en uno de los puntos más idílicos de este río que durante estos días fue nuestro hogar. Realmente los foráneos contribuimos al desarrollo de la zona con el turismo en un país con tanta necesidad, seguramente el más pobre de Sudamérica. Al mismo tiempo protegemos sus especies naturales de la caza, porque nosotros, por matar o ver animales muertos, ni pagaríamos, ni nos atraería realizar tan largos viajes.



Por Javier Fernández López
Fotografía: Óscar Díez Higuera.